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Cuando avanzar se vuelve difícil: el alma también se cansa

  • Foto del escritor: leidy hidalgo
    leidy hidalgo
  • 6 abr
  • 1 Min. de lectura

A veces vemos a personas que parecen no avanzar.

Se quedan en los mismos trabajos, relaciones, hábitos.

Y es fácil pensar: “lo eligieron así”.

Pero la verdad suele ser más compleja.


No siempre el estancamiento es una decisión consciente.

A veces es protección.

A veces es miedo.

Otras veces es simplemente falta de fuerzas.


Hay heridas que bloquean, entornos que apagan, creencias que paralizan.

Y no es justo mirar ese inmovilismo como pereza o falta de voluntad.


Tampoco es justo romantizarlo como “flujo divino”.

Hay momentos en que fluir no es opción porque lo que hay dentro es confusión, rabia o vacío.


¿Entonces qué hacer?


Primero, dejar de exigir.

Luego, mirar con ternura.

Y por último, permitir que el alma despierte a su ritmo.


Desear una vida distinta no es controlar:

es escuchar la chispa que aún quiere vivir.

Es honrar el deseo de algo más.


Un paso.

Uno solo, aunque sea hacia dentro.

Esa puede ser la diferencia entre quedarse dormido o comenzar a despertar.


Así que si tú, o alguien que amas, se siente estancado…

no apures, no juzgues, no empujes.


Acompaña.

Respira.

Ama.


Porque el movimiento más profundo a veces no se ve…

pero transforma todo.

 
 
 

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