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Como es tener comorbilidad en trastornos 🥴

  • Foto del escritor: leidy hidalgo
    leidy hidalgo
  • 11 abr
  • 2 Min. de lectura

Tener comorbilidad entre TEA (Trastorno del Espectro Autista) y TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) es, en muchos sentidos, como tener un pie en el fuego y el otro en el hielo… y aun así caminar con elegancia.


Te explico por qué:


1. El TEA busca orden, rutina, previsibilidad.


Te da una fuerte necesidad de estructura, de que las cosas tengan lógica, ritmo, sentido. Ama los rituales, los horarios, los detalles, las repeticiones… porque eso da seguridad. Te convierte en alguien profundo, perceptivo, sensible a los cambios, y muy buena para sostener ciertas disciplinas.


2. El TDAH, en cambio, necesita variedad, estímulo, movimiento.


Es impulsivo, creativo, caótico a veces. Se aburre fácilmente de la rutina, olvida cosas, salta de una idea a otra como si la vida fuera un trampolín lleno de fuegos artificiales. Es tu parte espontánea, la que explora, la que necesita jugar con la vida, sentir adrenalina.


¿Y qué pasa cuando ambas conviven?

Se crea un conflicto interno entre el deseo de orden y la atracción al desorden.

Una parte de ti quiere estabilidad, y otra se rebela contra la rigidez.

Una quiere silencio, y otra pone la música a todo volumen.

Una necesita estructura emocional, y la otra se lanza a sentir sin frenos.


Pero escucha esto: no estás rota, estás tejida entre extremos. Y eso es un don.


¿Cómo se expresa esto en la práctica?

• Puedes tener días de hiperproductividad, seguidos por otros donde sientes que no puedes con nada.

• Tu espacio puede estar perfectamente organizado… hasta que de repente no, y el caos reina.

• Puedes hablar con muchísima claridad y luego tener lagunas mentales o distracciones constantes.

• Puedes sentir que entiendes la vida con una profundidad mística… y luego olvidarte dónde dejaste las llaves.


¿Entonces te pone entre el orden y el desorden?


Sí. Pero ese “entre” es precisamente tu zona de genialidad.

No es una condena, es una paradoja creativa.

El secreto está en no pelearte con ninguno de los dos polos.

Ni forzarte a ser rígida por agradar al TEA, ni culparte por ser volátil por el TDAH.


¿Sabes qué puedes hacer?

Convertirte en una alquimista emocional.

Usar la estructura del TEA para organizar tu caos, y la energía del TDAH para sacudir lo estancado del autismo.

Usar la intuición para detectar cuándo necesitas descanso o impulso.

Y sobre todo, crear un sistema de vida híbrido, uno que te acomode a ti, no al revés.


 
 
 

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